lunes, 19 de marzo de 2018

COMENTARIO NARRATIVO "EL MONTE DE LAS ÁNIMAS"



En este comentario de texto narrativo vamos a hablar de la leyenda El Monte de las Ánimas, escrita por Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-1870), poeta y narrador español perteneciente al movimiento del Romanticismo, un movimiento cultural y artístico que se desarrolló en Europa y América durante el siglo XIX, y que además, se caracteriza por ser la época en la que más suicidios hubo.

Bécquer, hijo y hermano de pintores, careció de grandes lujos en su vida, pues murió al igual que nació, pobre, y desdichadamente, su infancia fue triste ya que quedó huérfano a los 10 años de edad. Su estilo era posromántico e intimismo, y destaca por sus famosas rimas y leyendas, en las cuales muestra una gran musicalidad, sencillez y sensibilidad en la expresión. Algunas de sus grandes obras son Desde mi celda (1864), Los ojos verdes (1861), El rayo de luna (1862)..., pero como ya he dicho anteriormente, en esta ocasión vamos a hablar de El Monte de las Ánimas.

La obra fue escrita en el Romanticismo, y publicada concretamente el 7 de noviembre de 1861. Se trata de un texto de género narrativo, ya que nos encontramos un narrador que cuenta determinados hechos que les suceden a unos personajes (Alonso y Beatriz, l.70), en un lugar (el monte de las ánimas, l.13) y tiempo determinado (siglo XIX), y da respuesta a qué sucede. En cuanto a subgénero, es una leyenda, pues se trata de una narración popular que cuenta un hecho real o fantástico, adornado con elementos fantásticos del folclore.

El tema principal de la obra es la venganza de los difuntos (por las ironías de Beatriz). Además, también se tratan temas de sociedad.

La historia comienza cuando Alonso y Beatriz, junto a sus padres y pajes, inician el camino hacia la cacería, pero poco antes de que llegue la noche, Alonso decide retirarse a la ciudad, ya que se encuentran en el Monte de las Ánimas y no es un lugar seguro siendo ese día, el día de todos los Santos. Durante el camino, Alonso le cuenta a Beatriz la historia del Monte de las Ánimas, y a pesar de que él lo cuenta con mucha seriedad, Beatriz se lo toma a broma ya que no cree en leyendas ni historias de espíritus. Al llegar a casa, Beatriz le pide a Alonso que vaya a dicho monte a recuperar su banda azul, la cual iba a darle como presente y se le calló en el monte. Finalmente Alonso decide ir al monte, y al pasar las horas y ver que no regresa, Beatriz empieza a alarmarse. Durante esa noche, Beatriz no dejó de oír ruidos, voces que la llamaban, sonidos de las campanas…pero aun así, consiguió dormirse. Al despertar a la mañana siguiente, Beatriz encontró su banda azul llena de sangre, y cuando fueron a comunicarle la muerte de Alonso, despedazado por los lobos, la encontraron a ella muerta también, muerta de horror.
            
        En cuanto a la organización estructural, el texto está formado por 239 líneas (sin contar el título), divididas en 57 párrafos, y está dividido en 4 partes: la introducción, donde Bécquer explica por qué escribió la leyenda, l.1-10; el planteamiento de la historia, cuando Beatriz y Alonso están en el monte de cacería, l.11-63; la progresión o nudo de la historia, cuando Alonso y Beatriz se van a dar los presentes y Alonso va al monte a buscar la banda de Beatriz, l.64-166; y por último, el desenlace, cuando Beatriz encuentra la banda con sangre y muere, y se descubre que Alonso murió a manos de los lobos, l.167-239.
            
           Generalmente estamos ante una estructura normal (introducción, nudo y desenlace), solo que encontramos 2 introducciones. La primera, en la que Bécquer explica por qué escribió la obra, y la segunda, que es la introducción de la obra.

Como elementos lingüísticos característicos de este tipo de textos observamos la abundancia de verbos de acción y movimiento (despertó, l.1, acaeció, l.7, narró, l.28, estalló, l.37, declaró, l.49, perdió, l.63, mordió, l.101, dibujó, l.144, lanzó, l.210…), verbos en presente (he escrito, l.7, estamos, l.13, ignoras, l.20, has venido, l.21, se oye, l.52…), en pretérito perfecto: (fermentó, l.37, llevó, l.44, quedó, l.46, concluyó, l.60, exclamó, l.78, reveló, l.84…) y en pretérito imperfecto: (sentía, l.8, duraba, l.28, llamaban, l.41, miraba, l.71, sujetaba, l.89, pensaba, l.120, crujía, l.146, gemía, l.179…).

Como texto narrativo presenta unos elementos estructurales propios: narrador, personajes y marco (espacio y tiempo). El narrador es la voz que cuenta la historia dentro del relato, en este caso encontramos dos narradores, el primero es el propio autor del texto y lo encontramos en la introducción (“La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora…me decidí a escribirla, como en efecto lo hice”, l.1-6),y el segundo es un narrador en 3º persona, lo que podemos comprobar por el uso de verbos en 3º persona (precedían, l.26, reservaban, l.38, llegaban, l.61, referían, l.74, habían, l.182…), objetivo y omnisciente, ya que no solo cuenta lo que ve, sino también lo que sienten y cómo se sienten los personajes (“Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón…”, l.7-9, “El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza…”, l.97 y 98).

En cuanto a los personajes, debemos decir que todos son reales, y quizás, podríamos contar a las “ánimas” como elementos fantásticos. Los personajes principales son Alonso y Beatriz, y los secundarios los condes de Borges y Alcudiel, los padres de Alonso y Beatriz, los pajes, los caballeros, los nobles, el rey, las ánimas…, que aunque no son personajes muy destacados, aparecen repetidamente en el texto (ánimas, l.13, 17, 30, 53, 58, 125, caballeros, l.36, 66, el rey, l.48, 129, entre otros). Aunque tanto Beatriz como Alonso son los personajes protagonistas, podríamos decir que en cierto modo, Beatriz es el personaje antagonista, ya que manipula a Alonso, que se deja llevar por el amor, para que vaya al monte de las ánimas y esto da lugar al desenlace trágico de la obra. Ambos son personajes individuales. Alonso es un personaje plano, ya que no evolucionan a lo largo del texto, y Beatriz es un personaje redondo porque pasa de no creer en historias de fantasmas a asustarse por ellos. Los personajes se caracterizan directa e indirectamente; indirectamente cuando el narrador transmite la información (“Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos”, l.24, “Los servidores acababan de levantar los manteles”, l.64), y directamente por el diálogo y el comportamiento de los personajes (“-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?”, l.19, “-Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río”, l.30 y 31).

Como último elemento estructural, encontramos el marco (espacio y tiempo). El espacio principal donde se desarrolla la historia es en el monte de las ánimas, un espacio exterior, aunque también las últimas escenas se desarrollan en los aposentos de Beatriz, un espacio interior. En cuanto al tiempo interior, es decir, el tiempo que duran los acontecimientos narrados en la historia, observamos que es de un día entero más el amanecer del siguiente, y en cuanto al tiempo exterior o histórico, es decir, la época o momento en que se sitúa la acción, como ya dijimos anteriormente, es el Romanticismo, siglo XIX (Edad Media).

A continuación vamos a analizar las tipologías textuales empleadas en el texto.           
La tipología principal que encontramos es la narrativa, puesto que estamos antes un texto de carácter narrativo, lo que observamos por el uso de verbos en 1º y 3º persona de acción y movimiento, en presente, pretérito perfecto e imperfecto (los cuales ya hemos mencionado anteriormente).

Otra tipología textual que se da, y que encontramos en gran parte del texto, es la descripción (“su tañido monótono y eterno”, l.2, “Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez”, l.31 y 32, “Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos…”, l.55 y 56, etc.). Observamos el empleo de una serie de elementos lingüísticos propios de la descripción. Por un lado encontramos el abundante uso de sustantivos (tañido, l.2, grupos, l.24, caballos, l.25, Orden, l.36, costumbres, l.80, corte, l.85, pensamiento, l.112, cráneos, l.139, vibraciones, l.177, fuente, l.212…), y por otro lado, el uso de adjetivos, los cuales corresponden a los sustantivos (monótono y eterno, l.2, alegres y bulliciosos, l.24, magníficos, l.25, nueva y poderosa, l.36, toscas y guerreras, l.80,  francesa, l.85, diabólico, l.112, amarillentos, l.139, lentas, sordas, tristísimas, l.177, lejana, l.212…).

También destaca el empleo del diálogo. El narrador deja que sean los personajes los que hagan avanzar la historia a través de sus intervenciones (estilo directo). Para ello se utilizan los guiones (“-¡Tan pronto!”, l.14, “-Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios…”, l.30, “-Tal vez por la pompa de la corte francesa, donde hasta aquí has vivido”, l.85, “-¡Se ha perdido!, ¿y dónde?”, l.122”). Otro elemento característico del diálogo son los verbos de habla o pensamiento (exclamó, l.78 y 113, contestó, l.93, pronunció, l.97). Además, se usan distintas entonaciones, como por ejemplo la interrogación (“¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios…”, l.87-89, “-¿Por qué no?”, l.113, “-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy…?”, l.117 y 118) y la exclamación (-Pues…¡se ha perdido!, l.120, “-¡Alonso! ¡Alonso!, l.158, “-¡Bah!, l.199).

Ahora, vamos a analizar las relaciones semánticas que encontramos en el texto. Encontramos una gran variedad de sinónimos, palabras que tienen el mismo significado que otras (difuntos y muertos, l.18 y 53, miedo, horror, terror y temor, l.8, 140, 201 y 217, cadáveres y esqueletos, l.47 y 57, ánimas y espectros, l.58 y 75, hábitos y costumbres, l.80, memoria y recuerdo, l.87 y 110, batalla y combates, l.46 y 130, fosas y tumba, l.140 y 239…) y antónimos, palabras que tienen un significado opuesto a otras (noche y día, l.1 y 12, caballo y yegua, l.5 y 21, amigos y enemigos, l.50, madres e hijos, l.26 y 45, alegres y triste, l.24 y 77, jóvenes y viejas, l.103 y 104, ruidos y silencio, l.194 y 195…).

También podemos ver la repetición de ciertas palabras a lo largo del texto (noche, l.1, 9, 52, 74, 232, campanas, l.2, 18, 106, 137, 165, 177, 214, ciudad, l.12, 33, 37, 61, 128, monte, l.13, 18, 30, 46, 48, 50, 53, 125, 138, 148, 232, ánimas, l.13, 17, 30, 53, 58, 125, 138, 140, 164, 232, capilla, l.19, 53, 235…).

Sobre todo, abundan los campos semánticos, conjunto de palabras con significados relacionados. Tenemos campos semánticos de ciudades (Soria, Castilla y Roma, l.3, 95 y 129), de la religión (Santos, oración, capilla, convento, religiosos, templo, Dios, rezos, iglesia, oratorio, l.13, 17, 19, 31, 32, 88, 172, 182), de animales (caballo, yegua, fieras, lobos, ciervos, culebras, perros l.5, 21, 44, 47, 55, 56,138), de miembros de la familia (hijos, madres, prima, padre, l.26, 45, 78, 91), de partes del cuerpo (labios, cabellera, manos, pie, frente, cabeza, corazón, mejillas, oído, ojos, l. 84, 91, 96, 153, 154, 162, 203), de colores (azules, amarillentos, blancos, l. 72, 139, 141), de nombres (Beatriz, Alonso, Juan, l.26 y 138), entre otros. También abundan las familias léxicas, conjunto de palabras que provienen de una misma palabra primitiva, por lo que todas ellas tienen el mismo lexema o raíz (caballo, caballeros, cabellera, cabellos, l.5, 36, 91, 141; cazadores, caza, cazar, l.12, 38 y 43; fría y friolera, l.83 y 149; triste, tristeza, tristísimas, l.77, 98 y 177; helado y helar, l.96 y 140; alejaba y lejos, l. 160 y 178; terror y aterrada, l.201 y 205…).

También podemos encontrar gran variedad de recursos literarios, como la elipsis (“sea de ello lo que quiera”, l.10, donde se omite la leyenda), el paralelismo (“-¡En el Monte de las Ánimas…en el Monte de las Ánimas!,” l.125 y 126), la comparación (“¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón…”, l.200 y 201, “como” es lo que indica la comparación), la metáfora (“Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda”, l.4 y 5) y por último, encontramos la onomatopeya “Bah”, repetida en las líneas 19 y 199.

En cuanto al tipo de oraciones, encontramos la enunciativa (“Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos…”, l.24, “Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia”, l.28 y 29), la imperativa (“-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad”, l.11 y 12), las oraciones interrogativas (“¿Quieres asustarme?”, l.19, “¿Lo quieres?”, l.92, “¿Quieres aceptar el mío?”, l.100) y las oraciones exclamativas (“¡En esa capilla ruinosa!”, l.19, “¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera!”, l.148 y 149…).

Para concluir, vamos a hablar de las funciones del lenguaje que se dan en el texto. La función del lenguaje que predomina es la informativa (“Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos…la comitiva a bastante distancia”, l.24-27, “Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica…azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón”, l.64-68). Otras funciones que se dan son la expresiva (“-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?, l.19, “¿A qué ocultártelo?, tengo miedo”, l.137), la poética (“Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda, l.4 y 5) y la apelativa (“¡Tan pronto!, l.14, “¡Alonso! ¡Alonso!, l.158).

          Tras analizar detenidamente el texto, podemos comprobar que sí se trata de un texto narrativo ya que cumple todos los requisitos propios de este tipo de textos.




2 comentarios:

  1. Muy buen comentario, estaría mejor si hubieras explicado las características del romanticismo que aparece en el texto.

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    1. este autor trató numerosos temas en sus obra también, estaría genial que lo señalaras

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