En
este comentario de texto narrativo vamos a hablar de la leyenda El Monte de las Ánimas, escrita por
Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-1870), poeta y narrador español
perteneciente al movimiento del Romanticismo, un movimiento cultural y
artístico que se desarrolló en Europa y América durante el siglo XIX, y que
además, se caracteriza por ser la época en la que más suicidios hubo.
Bécquer,
hijo y hermano de pintores, careció de grandes lujos en su vida, pues murió al
igual que nació, pobre, y desdichadamente, su infancia fue triste ya que quedó
huérfano a los 10 años de edad. Su estilo era posromántico e intimismo, y destaca
por sus famosas rimas y leyendas, en las cuales muestra una gran musicalidad,
sencillez y sensibilidad en la expresión. Algunas de sus grandes obras son Desde mi celda (1864), Los ojos verdes (1861), El rayo de luna (1862)..., pero como ya
he dicho anteriormente, en esta ocasión vamos a hablar de El Monte de las Ánimas.
La
obra fue escrita en el Romanticismo, y publicada concretamente el 7 de
noviembre de 1861. Se trata de un texto de género narrativo, ya que nos encontramos
un narrador que cuenta determinados hechos que les suceden a unos personajes
(Alonso y Beatriz, l.70), en un lugar (el monte de las ánimas, l.13) y tiempo
determinado (siglo XIX), y da respuesta a qué sucede. En cuanto a subgénero, es
una leyenda, pues se trata de una narración popular que cuenta un hecho real o
fantástico, adornado con elementos fantásticos del folclore.
El
tema principal de la obra es la venganza de los difuntos (por las ironías de
Beatriz). Además, también se tratan temas de sociedad.
La
historia comienza cuando Alonso y Beatriz, junto a sus padres y pajes, inician
el camino hacia la cacería, pero poco antes de que llegue la noche, Alonso
decide retirarse a la ciudad, ya que se encuentran en el Monte de las Ánimas y
no es un lugar seguro siendo ese día, el día de todos los Santos. Durante el
camino, Alonso le cuenta a Beatriz la historia del Monte de las Ánimas, y a
pesar de que él lo cuenta con mucha seriedad, Beatriz se lo toma a broma ya que
no cree en leyendas ni historias de espíritus. Al llegar a casa, Beatriz le
pide a Alonso que vaya a dicho monte a recuperar su banda azul, la cual iba a
darle como presente y se le calló en el monte. Finalmente Alonso decide ir al
monte, y al pasar las horas y ver que no regresa, Beatriz empieza a alarmarse.
Durante esa noche, Beatriz no dejó de oír ruidos, voces que la llamaban,
sonidos de las campanas…pero aun así, consiguió dormirse. Al despertar a la
mañana siguiente, Beatriz encontró su banda azul llena de sangre, y cuando
fueron a comunicarle la muerte de Alonso, despedazado por los lobos, la
encontraron a ella muerta también, muerta de horror.
En cuanto a la organización
estructural, el texto está formado por 239 líneas (sin contar el título),
divididas en 57 párrafos, y está dividido en 4 partes: la introducción, donde
Bécquer explica por qué escribió la leyenda, l.1-10; el planteamiento de la historia,
cuando Beatriz y Alonso están en el monte de cacería, l.11-63; la progresión o
nudo de la historia, cuando Alonso y Beatriz se van a dar los presentes y Alonso
va al monte a buscar la banda de Beatriz, l.64-166; y por último, el desenlace,
cuando Beatriz encuentra la banda con sangre y muere, y se descubre que Alonso
murió a manos de los lobos, l.167-239.
Generalmente estamos ante una
estructura normal (introducción, nudo y desenlace), solo que encontramos 2
introducciones. La primera, en la que Bécquer explica por qué escribió la obra,
y la segunda, que es la introducción de la obra.
Como
elementos lingüísticos característicos de este tipo de textos observamos la
abundancia de verbos de acción y movimiento (despertó, l.1, acaeció, l.7,
narró, l.28, estalló, l.37, declaró, l.49, perdió, l.63, mordió, l.101, dibujó,
l.144, lanzó, l.210…), verbos en presente (he escrito, l.7, estamos, l.13,
ignoras, l.20, has venido, l.21, se oye, l.52…), en pretérito perfecto:
(fermentó, l.37, llevó, l.44, quedó, l.46, concluyó, l.60, exclamó, l.78,
reveló, l.84…) y en pretérito imperfecto: (sentía, l.8, duraba, l.28, llamaban,
l.41, miraba, l.71, sujetaba, l.89, pensaba, l.120, crujía, l.146, gemía,
l.179…).
Como texto narrativo presenta unos elementos estructurales
propios: narrador, personajes y marco (espacio y tiempo). El narrador es la voz
que cuenta la historia dentro del relato, en este caso encontramos dos
narradores, el primero es el propio autor del texto y lo encontramos en la
introducción (“La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora…me decidí a
escribirla, como en efecto lo hice”, l.1-6),y el segundo es un narrador en 3º
persona, lo que podemos comprobar por el uso de verbos en 3º persona
(precedían, l.26, reservaban, l.38, llegaban, l.61, referían, l.74, habían,
l.182…), objetivo y omnisciente, ya que no solo cuenta lo que ve, sino también
lo que sienten y cómo se sienten los personajes (“Yo la oí en el mismo lugar en
que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando
sentía crujir los cristales de mi balcón…”, l.7-9, “El acento helado con que
Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de
serenarse dijo con tristeza…”, l.97 y 98).
En cuanto a los personajes, debemos decir que todos son reales,
y quizás, podríamos contar a las “ánimas” como elementos fantásticos. Los
personajes principales son Alonso y Beatriz, y los secundarios los condes de
Borges y Alcudiel, los padres de Alonso y Beatriz, los pajes, los caballeros,
los nobles, el rey, las ánimas…, que aunque no son personajes muy destacados,
aparecen repetidamente en el texto (ánimas, l.13, 17, 30, 53, 58, 125,
caballeros, l.36, 66, el rey, l.48, 129, entre otros). Aunque tanto Beatriz
como Alonso son los personajes protagonistas, podríamos decir que en cierto
modo, Beatriz es el personaje antagonista, ya que manipula a Alonso, que se
deja llevar por el amor, para que vaya al monte de las ánimas y esto da lugar
al desenlace trágico de la obra. Ambos son personajes individuales. Alonso es
un personaje plano, ya que no evolucionan a lo largo del texto, y Beatriz es un
personaje redondo porque pasa de no creer en historias de fantasmas a asustarse
por ellos. Los personajes se caracterizan directa e indirectamente; indirectamente
cuando el narrador transmite la información (“Los pajes se reunieron en alegres
y bulliciosos grupos”, l.24, “Los servidores acababan de levantar los
manteles”, l.64), y directamente por el diálogo y el comportamiento de los
personajes (“-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?”, l.19, “-Ese
monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento
ves allí, a la margen del río”, l.30 y 31).
Como último elemento estructural, encontramos el marco
(espacio y tiempo). El espacio principal donde se desarrolla la historia es en
el monte de las ánimas, un espacio exterior, aunque también las últimas escenas
se desarrollan en los aposentos de Beatriz, un espacio interior. En cuanto al
tiempo interior, es decir, el tiempo que duran los acontecimientos narrados en
la historia, observamos que es de un día entero más el amanecer del siguiente,
y en cuanto al tiempo exterior o histórico, es decir, la época o momento en que
se sitúa la acción, como ya dijimos anteriormente, es el Romanticismo, siglo
XIX (Edad Media).
A
continuación vamos a analizar las tipologías textuales empleadas en el texto.
La tipología principal que encontramos
es la narrativa, puesto que estamos antes un texto de carácter narrativo, lo
que observamos por el uso de verbos en 1º y 3º persona de acción y movimiento,
en presente, pretérito perfecto e imperfecto (los cuales ya hemos mencionado
anteriormente).
Otra
tipología textual que se da, y que encontramos en gran parte del texto, es la
descripción (“su tañido monótono y eterno”, l.2, “Los Templarios eran guerreros
y religiosos a la vez”, l.31 y 32, “Los ciervos braman espantados, los lobos
aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos…”, l.55 y 56, etc.). Observamos el
empleo de una serie de elementos lingüísticos propios de la descripción. Por un
lado encontramos el abundante uso de sustantivos (tañido, l.2, grupos, l.24,
caballos, l.25, Orden, l.36, costumbres, l.80, corte, l.85, pensamiento, l.112,
cráneos, l.139, vibraciones, l.177, fuente, l.212…), y por otro lado, el uso de
adjetivos, los cuales corresponden a los sustantivos (monótono y eterno, l.2,
alegres y bulliciosos, l.24, magníficos, l.25, nueva y poderosa, l.36, toscas y
guerreras, l.80, francesa, l.85,
diabólico, l.112, amarillentos, l.139, lentas, sordas, tristísimas, l.177,
lejana, l.212…).
También
destaca el empleo del diálogo. El narrador deja que sean los personajes los que
hagan avanzar la historia a través de sus intervenciones (estilo directo). Para
ello se utilizan los guiones (“-¡Tan pronto!”, l.14, “-Ese monte que hoy llaman
de las Ánimas, pertenecía a los Templarios…”, l.30, “-Tal vez por la pompa de
la corte francesa, donde hasta aquí has vivido”, l.85, “-¡Se ha perdido!, ¿y
dónde?”, l.122”). Otro elemento característico del diálogo son los verbos de
habla o pensamiento (exclamó, l.78 y 113, contestó, l.93, pronunció, l.97).
Además, se usan distintas entonaciones, como por ejemplo la interrogación (“¿Te
acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios…”, l.87-89, “-¿Por qué
no?”, l.113, “-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy…?”, l.117 y 118) y
la exclamación (-Pues…¡se ha perdido!, l.120, “-¡Alonso! ¡Alonso!, l.158,
“-¡Bah!, l.199).
Ahora,
vamos a analizar las relaciones semánticas que encontramos en el texto.
Encontramos una gran variedad de sinónimos, palabras que tienen el mismo
significado que otras (difuntos y muertos, l.18 y 53, miedo, horror, terror y
temor, l.8, 140, 201 y 217, cadáveres y esqueletos, l.47 y 57, ánimas y
espectros, l.58 y 75, hábitos y costumbres, l.80, memoria y recuerdo, l.87 y
110, batalla y combates, l.46 y 130, fosas y tumba, l.140 y 239…) y antónimos,
palabras que tienen un significado opuesto a otras (noche y día, l.1 y 12,
caballo y yegua, l.5 y 21, amigos y enemigos, l.50, madres e hijos, l.26 y 45,
alegres y triste, l.24 y 77, jóvenes y viejas, l.103 y 104, ruidos y silencio,
l.194 y 195…).
También
podemos ver la repetición de ciertas palabras a lo largo del texto (noche, l.1,
9, 52, 74, 232, campanas, l.2, 18, 106, 137, 165, 177, 214, ciudad, l.12, 33,
37, 61, 128, monte, l.13, 18, 30, 46, 48, 50, 53, 125, 138, 148, 232, ánimas,
l.13, 17, 30, 53, 58, 125, 138, 140, 164, 232, capilla, l.19, 53, 235…).
Sobre
todo, abundan los campos semánticos, conjunto de
palabras con significados relacionados. Tenemos campos semánticos de ciudades
(Soria, Castilla y Roma, l.3, 95 y 129), de la religión (Santos, oración,
capilla, convento, religiosos, templo, Dios, rezos, iglesia, oratorio, l.13,
17, 19, 31, 32, 88, 172, 182), de animales (caballo, yegua, fieras, lobos,
ciervos, culebras, perros l.5, 21, 44, 47, 55, 56,138), de miembros de la
familia (hijos, madres, prima, padre, l.26, 45, 78, 91), de partes del cuerpo
(labios, cabellera, manos, pie, frente, cabeza, corazón, mejillas, oído, ojos,
l. 84, 91, 96, 153, 154, 162, 203), de colores (azules, amarillentos, blancos,
l. 72, 139, 141), de nombres (Beatriz, Alonso, Juan, l.26 y 138), entre otros.
También abundan las familias léxicas, conjunto de palabras que provienen de una
misma palabra primitiva, por lo que todas ellas tienen el mismo lexema o raíz (caballo,
caballeros, cabellera, cabellos, l.5, 36, 91, 141; cazadores, caza, cazar,
l.12, 38 y 43; fría y friolera, l.83 y 149; triste, tristeza, tristísimas,
l.77, 98 y 177; helado y helar, l.96 y 140; alejaba y lejos, l. 160 y 178;
terror y aterrada, l.201 y 205…).
También podemos encontrar gran variedad de recursos
literarios, como la elipsis (“sea de ello lo que quiera”, l.10, donde se omite
la leyenda), el paralelismo (“-¡En el Monte de las Ánimas…en el Monte de las
Ánimas!,” l.125 y 126), la comparación (“¿soy yo tan miedosa como esas pobres
gentes, cuyo corazón…”, l.200 y 201, “como” es lo que indica la comparación), la
metáfora (“Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y
al que no sirve tirarle de la rienda”, l.4 y 5) y por último, encontramos la
onomatopeya “Bah”, repetida en las líneas 19 y 199.
En cuanto al tipo de oraciones, encontramos la enunciativa
(“Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos…”, l.24, “Mientras
duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia”, l.28 y
29), la imperativa (“-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que
se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad”, l.11 y 12), las
oraciones interrogativas (“¿Quieres asustarme?”, l.19, “¿Lo quieres?”, l.92,
“¿Quieres aceptar el mío?”, l.100) y las oraciones exclamativas (“¡En esa
capilla ruinosa!”, l.19, “¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante
friolera!”, l.148 y 149…).
Para concluir, vamos a hablar de las funciones del lenguaje
que se dan en el texto. La función del lenguaje que predomina es la informativa
(“Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos…la comitiva a bastante
distancia”, l.24-27, “Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta
chimenea gótica…azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón”,
l.64-68). Otras funciones que se dan son la expresiva (“-¡En esa capilla
ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?, l.19, “¿A qué ocultártelo?, tengo miedo”,
l.137), la poética (“Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se
desboca y al que no sirve tirarle de la rienda, l.4 y 5) y la apelativa (“¡Tan
pronto!, l.14, “¡Alonso! ¡Alonso!, l.158).
Tras analizar
detenidamente el texto, podemos comprobar que sí se trata de un texto narrativo
ya que cumple todos los requisitos propios de este tipo de textos.
Muy buen comentario, estaría mejor si hubieras explicado las características del romanticismo que aparece en el texto.
ResponderEliminareste autor trató numerosos temas en sus obra también, estaría genial que lo señalaras
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